miércoles, 23 de enero de 2008

Allá donde casi se puede ver el otro lado del mundo

Allá que me fui nada mas y nada menos, un lugar en el que si te descuidas puedes ver el otro lado. Un lugar donde el cielo es extrañamente azulado, las noches se tiñen de verde y el suelo esta cubierto de una preciosa capa impoluta y casi artificial de nieve blanca, nunca he visto nada tan blanco y perfecto como esa nieve. Existen algunos momentos en la vida donde percibes que estas viviendo un momento irrepetible e increíble. Eso es lo que he vivido yo en Kiruna, una experiencia inolvidable que ha marcado mi vida.
Salimos digamos un martes, por delante teníamos nada menos que 23 horas de tren. Animados por la expectación del viaje y cargados de entretenimiento como comida, cartas... afrontamos el reto. ¡¡Teníamos que cruzar y subir más allá del circulo polar ártico!! Las pocas horas de claridad que nos ofrecía el día las pasamos anonadados por el paisaje cubierto de nieve y curiosas casas en medio de la nada. El viaje se hizo mas corto de lo esperado. Al llegar decidimos dar una vuelta por la ciudad que resulto ser mas grande de lo que pensábamos, las calles se intuían, al igual que las aceras, bancos y demás mobiliario. Todo estaba cubierto por una "hiper" capa de nieve que afanosas maquinas trataban de quitar depositándola en enormes montañas artificiales de nieve que había por todos los lados. Pero no podíamos demorarnos, a la mañana siguiente debíamos prepararnos, llegaba el plato fuerte, adentrarnos por el bosque con un trineo de perros. Nos levantamos pronto y tras mil capas de ropa, resultado del más que probable frió al que nos íbamos a someter, nos recogió un taxi que nos llevo a Kurravaara. Los conductores fueron fruto de mi admiración, conducían como pedro por su casa y yo apenas podía ver por donde continuaba la carretera. Tras unas nociones básicas sobre como funcionaban las motos de nieve, conocer a los perros y entender como dirigir el trineo nos adentramos en el bosque. La sensación es indescriptible, cuando estabas en el trineo solo se oía el respirar de los perros y el trineo deslizándose por la nieve, nada mas ni nada menos, todo ello acompañado de un fondo maravilloso. Llegamos a un campamento base entre dos ríos, al que solo se podía llegar de este modo. Nos repartimos por cabañas (a nosotros nos toco la típica cabaña sami) nos cortamos nuestra leña, comimos carne de reno, bebimos agua del rió (mas pura imposible), cruzamos un lago helado, vimos la aurora boreal con su danza mágica en el cielo oscuro, charlamos con un esquimal autentico, bebimos vodka, soportamos -21º, nos dimos una sauna con su posterior revolcón en la nieve, contemplamos la luna mas luminosa y entendimos que estábamos viviendo algo mágico. A la mañana siguiente tras varios paseos por este paraíso helado, nos volvimos con nuestros perros de vuelta a la "civilización" siempre mirando atrás, intentando cristalizar en la memoria todo lo vivido.
Ser aventurero desgasta y tras una ducha caliente caímos redondos en la cama. Ni los lunnis se habían ido todavía. Pero al día siguiente quedaban aun muchas cosas por visitar. Fuimos a la mina de hierro mas grande y moderna del mundo que fue la culpable de la creación de la ciudad. ¡¡Se explota bajo tierra y tiene 400 km de carreteras dentro de la mina!!¡¡Hay una otra ciudad ahí abajo!! Bajamos a 500 metros y nos enseñaron los modernos sistemas de extracción. También nos contaron como la explotación de la mina estaba provocando que la ciudad se hundiera ¡si quieren seguir con la explotación tienen que mover la ciudad! Al día siguiente visitamos el famoso hotel de hielo y visitamos los pueblecitos del alrededor (me volví loco haciendo fotos) ¡¡tenían un lago helado por el que pasaban hasta coches!!
Ha sido una experiencia increíble, recordare los paisajes fantásticos y las risas, nos reímos mucho, mucho.........










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2 comentarios:

Unknown dijo...

qué bien lo cuentas

mar dijo...

Te escribo desde Amsterdam!!, soy Mar por cierto...esto e sla polla tío es muy bonito...y me paso el día pipipipiriririr